lunes, 22 de julio de 2013

Olvidar los libros


Bayard dedica un capítulo entero a hablar del olvido de los libros y de los libros olvidados. Es el capítulo en el que “se plantea, con Montaigne, la cuestión de saber si un libro que hemos leído y hemos olvidado completamente, y que incluso hemos olvidado que lo hemos leído, sigue siendo un libro que hemos leído.

No es tan sólo la angustia de la pérdida de la memoria, aunque también. A todos nos ha sucedido estar viendo una película, y con ella, ciertas imágenes que nos hacen decir “yo creo que esta película ya la he visto”, o recordar el argumento, pero no el final. En el caso de las películas no provoca demasiado temor, y yo estoy tentada a decir que en caso de los libros tampoco, hasta que llega Bayard, con Montaigne, y nos deja ese poso de angustia: l'angoisse de la folie, la angustia de la locura. 

Me levanto después de escribir el párrafo anterior y me acerco a la librería. Ahí están los libros como alertas, luces rojas de la memoria. No me digas que fue un sueño, de Terenci Moix, estoy segura de haberlo leído, pero no recuerdo nada del libro, salvo que es una historia del amor, entre Marco Antonio y Cleopatra. Entre visillos, de Martin Gaite... ¿Lo he leído? Los hechos del rey Arturo, de Steinbeck, lo podría leer de nuevo, y sé que me maravillaría como cuando lo leí, en el año 2001; Noticia de un secuestro, de García Marquez... Así puedo recorrer la librería, mirando los lomos de los libros y recordando casi más cuándo lo leí y por qué, y quién me lo recomendó y qué época de mi vida era, más que el libro en sí, más que el argumento, más que algunos pasajes. “Sólo guardamos algunos fragmentos arrancados a lecturas parciales, a menudo mezclados los unos con los otros y modificados (reelaborados) con nuestros fantasmas personales...

Tres reflexiones a cuenta de esto. La primera es sobre el autor y el libro. Olvidar un libro también supone el fracaso del autor, que no supo impactarte lo suficiente como para que lo lleves guardado en la memoria y para que lo reconozcas. En este sentido, la difusión del libro actúa como antídoto, del mismo modo que hablar sobre el libro, comentarlo o escribir sobre él es una manera de fijarlo individualmente en la memoria (aunque yo soy capaz hasta de olvidar mis propias reseñas). Pero esto no deja de ser un acto individual y voluntario, así es que si, como dice Bayard, los lectores son también no lectores involuntarios, el tiempo actúa como el mejor selector de calidad posible.

La segunda reflexión es la lectura como simple placer, como juego, como distracción, y no como proveedor de información. La memoria guarda las emociones pero tiende a olvidar la información. Por eso mueven el mundo. Esta derivada guarda relación con la recomendación del libro a partir de las sensaciones (“a mí me gustó mucho, aunque no recuerdo nada de él” o “es muy divertido, aunque no sabría contarte la historia”). Y aquí el autor tiene también un trabajo que hacer, desde luego, tanto positiva como negativamente. La risa, el miedo, la angustia, la intriga, la pena, están en las manos del autor cuando escribe, y son también un buen remedio contra el olvido.

Y finalmente, es falso que todo el aporte cultural del libro se olvide cuando se deja de recordar el contenido o el propio libro (“leer no es sólo informarse, sin sobre todo olvidar”, “la lectura como pérdida...”). Esto es una idea muy limitadora, creo yo. Leer te hace hablar mejor, expresarte mejor, escribir mejor, pensar mejor. Leer te muestra el mundo, y modifica tu pensamiento de una manera mucho más enriquecedora que cualquier otro entretenimiento, porque mueve tu imaginación, y te obliga a animarla. Ordena tus ideas, diversifica tu vocabulario, te proporciona matices en el lenguaje, te proporciona una mayor comprensión del mundo y de los demás y alimenta la curiosidad. En ese sentido se expresa Montaigne, creo yo (je suis homme de quelque leçon, je suis homme de nulle retention).

Leer actúa como un sedimento, y a veces con eso basta. Y si además es un divertimiento, ¡igual hasta sobra!




2 comentarios:

  1. Iba a hacer un post un poco sobre esto...soy demasiado egoistona como plantearme leer por más razones que simplemente pasármelo bien. Pero precisamente porque leo mi mundo es más grande (aunque no lea para que mi mundo sea más grande), porque leo tengo más cultura (aunque no lea para tener más cultura)...y así con todas las ventajas que tiene leer.

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  2. El autor no supo impactar, sí, pero quizá no sea culpa suya, quizá no entendimos el libro, no era nuestro momento... (y luego hay éxito inexplicables)
    Lectura como placer, sí, pero -al hilo de la tercera reflexión- hay veces en que para disfrutar de verdad de algo tienes que tener una base previa que quizá no sea tan placentera de adquirir... Tuve un alumno maravilloso que leía -y escribía- mucho y muy bien (a los 18 años tenía tras de sí lecturas que a mí me siguen faltando), me contó que cuando era pequeño lo detestaba, pero su madre le marcaba, cada día, hasta dónde debía leer del libro que fuera...

    En cuanto al sedimento, sí, puedes no recordar un carajo del libro, pero queda algo, una sensación, una magdalena a lo Proust...

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