lunes, 26 de agosto de 2013

Una sonrisa con Charlotte Brönte

Una novela romántica no se escribe para reir, sino más bien para acompañar a la protagonista por los senderos del sufrimiento, del amor verdadero, de la ensoñación y de los suspiros que van y que vienen. Con todo, yo he encontrado un par de perlas en Jane Eyre que me provocaron al menos una sonrisa, y que me parecieron en un caso diálogos, y en otro una descripción, llena de ingenio.

 

En el primer caso, Rochester y Jane Eyre están en al altar a punto de casarse. El sacerdote dice las palabras convencionales de “el que tenga algo que decir que hable ahora o que calle para siempre”, y en ese momento, el procurador Briggs alza la voz y avisa de que existe un impedimento, y es que Rochester está casado. Y dice Rochester:

- Aun suponiendo que se tratara de un documento auténtico eso probaría que he estado casado, pero no que mi mujer viva aun

- Vivía hace tres meses – replicó el procurador

- ¿Cómo lo sabe?

- Tengo un testigo del hecho.

- Preséntelo o váyase al infierno, si no…

- Prefiero presentarlo. Está aquí Mr Mason: tenga la bondad.

 

Ese “prefiero presentarlo” proporciona un toque de humor inesperado, muy a tono además con el personaje del procurador. En realidad, no hay nada que elegir, lo de irse al infierno es una expresión sin más que podría haber sido sustituida por un “o cállese”. Y sin embargo, la autora elige este diálogo. Me encantó.

 

El segundo caso, es una de las descripciones que Rochester hace de Mason delante de los presentes en la iglesia, llena de sarcasmo:

 

… este atrevido personaje, que con su temblor y su palidez les demuestra lo que un bravo corazón masculino es capaz de afrontar. Tranquilízate, Dick, no temas: no te pegaré. ¡Casi sería capaz de pegar a una mujer antes que a ti!

 

Y esto es todo lo que he podido encontrar como momentos que me han hecho reir en Jane Eyre, aunque tal vez hubo más y yo no los subrayé. Si, exceptuamos, naturalmente, que para no aburrirse, les dé por ponerse a estudiar indostaní…

 

3 comentarios:

  1. Yo recuerdo como graciosa la referencia que hace a la educación francesa de la niña y a lo bien que le vendría la sana educación británica o algo así, lo puse en mi reseña, pero supongo que Charlotte no pretendía que nos riéramos con esa observación, aunque a lo mejor sí.

    Sí que recuerdo haberme reído varias veces leyendo el libro y eso siempre es bueno.

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  2. Pues a mí no me ha arrancado ni un atisbo de sonrisa, lo cual no es ni bueno ni malo. Bueno, creo que el mejor momento de humor es cuando ella escucha la voz de Rochester, pero no creo que fuese intencionado y no cuenta. Ahí sí que me reí, lo admito.

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  3. Yo, al igual que la persona visualizada como ND, me reí a carcajadas con lo de la educación británica frente a la francesa; no deja de ser llamativo que, ejem, la cuestión se debía a que los ingleses pensaban que los franceses eran muy "liberales" en sus costumbres y se dejaban llevar por sus pasiones románticas contrapuestas a la sobriedad británica... ¡¡y lo dice una novela romántica!! qué demonios ¡¡lo dice LA novela romántica!!

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